“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 22 de febrero de 2009

Un club privado

La Iglesia católica es el club privado menos selecto que existe. Admite a cualquiera. Fíjense en la reina Isabel II, no la de Inglaterra sino la nuestra, la madre de Alfonso XII, apodado el puigmoltejo en honor a su padre biológico ya que el putativo, Francisco de Asís, era manflorita, y le tiraban más otras carretas que el par de su egregia señora. Una columna del gran Raúl del Pozo, me ha hecho recordar a esa gran madame. De naturaleza calentona, se pasaba por su real entrepierna a todo homínido macho que se le acercaba. Parió una docena de hijos de media docena de padres diferentes. Eso sí, tenía a su lado a una monja, Sor Patrocinio, más mentirosa que la gaceta, que le perdonaba todos sus pecados. Con ese pragmatismo que siempre ha caracterizado a la Iglesia católica, ese “una cosa es predicar y otra dar trigo”, cuando alguien le fue con el chisme al papa Pío Nono de que la Isabelita era una oveja descarriada, su contestación fue clara y contundente: “puttana ma pia”. Y pelillos a la mar.
La Iglesia también acogió en su regazo a Francisco Franco Bahamonde, ese pequeño gran hombre, de voz aflautada y pulso firme para rubricar sentencias de muerte. Lo paseaba bajo palio y le entregó en custodia el brazo incorrupto de Santa Teresa. Cuentan que en una ocasión, la hija de Franco se llevó la reliquia a Estados Unidos y al pasar la aduana, el funcionario yanqui tuvo la ocurrencia de declarar la reliquia como embutido y así evitar conflictos diplomáticos.
Hace unos días entrevistaban en un periódico a José Antonio Fortea. Aragonés de Barbastro. Cura y exorcista. Entre las muchas tonterías que dice el espantadiablos, forofo del Rayo Vaticano, destaca ésta: “la política es una verdadera porquería. Lo que interesa es engañar a la población”. ¿Habrá llegado solo a esa conclusión o se la habrá soplado a la oreja Rouco Varela, ese miembro destacado de una de las organizaciones más mentirosas de este mundo y del otro, si es que existe? ¿Hasta cuándo van a abusar de nuestra paciencia? ¡Que si quieres arroz, Catilina!
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DDT 22/2/2009

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