“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de noviembre de 2008

Urracas, cotorras y loros

Me gustó el artículo La burbuja ha estallado, escrito por el economista don José Miguel Gracia, publicado en el DDT el domingo 11 de mayo. Leyéndolo, uno se da cuenta de que cuando alguien tiene voluntad de explicar con sencillez, lo complicado se hace fácil y la economía, en lugar de un saber esotérico al alcance de los iniciados, se convierte en algo inteligible para los profanos. Sin tecnicismos, sin alardes de ningún tipo, don José Miguel nos explica que la crisis del ladrillo se venía venir y que él fue de los pocos que, “modestamente, lo venía señalando en sus artículos desde hacía mucho tiempo”. De la teta de la construcción han chupado algunos: promotores, constructores, ayuntamientos, intermediarios, especuladores, los vendedores de ladrillos, los de las ventanas, los notarios, los registradores. Y se han jodido otros: los que se han quedado con los pisos sobrevalorados, pagados a precio de oro y que ahora no se los pueden “endiñar” a nadie y nos les quedarán más huevos que seguir pagando la hipoteca hasta que al bebé recién nacido le salgan las primeras canas.
Esa actitud modesta del experto, contrasta con la desfachatez de otros. Esa gente que sin ser economistas, sin tener ni puta idea, se prestan a hacer de tonto útil o de cotorra del señorito de turno. Esa gente que repite las consignas que les dictan desde el oráculo de Delfos de su partido, dónde en lugar de tañer la lira, rascan la botella de anís del mono. No se cuestionan nada, no analizan nada, sólo hacen de culeros de la droga ideológica de la organización, a cambio del pienso que les echan todos los meses en el pesebre. Obediencia debida. Cuando los expertos independientes actúan con prudencia (la economía es una ciencia social, no una ciencia exacta), estos picos de loro, hablan y escriben como si lo suyo fuera el Evangelio. Palabra de Dios. Pobres diablos o valientes sinvergüenzas. Resulta bochornoso el graznido en las páginas de los periódicos de algunos voceros de partidos políticos, cuyos conocimientos de economía caben en el canto de un palillo y sobra la mitad. Cacareo.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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