En una curiosa Carta al director, Sexo con robots, (Diario de Teruel, 24 de julio) don Adolfo Yáñez nos informa de las investigaciones que se están desarrollando en todo el mundo para sustituir las actuales y birriosas muñecas hinchables por unos prodigios de alta tecnología dotados de características y capacidades que hoy sólo tienen los mejores ejemplares y ejemplaras de la especie humana.
Pero don Adolfo no se limita a contarnos hacia adonde se dirige la tecnología sexual. Afirma que si “nuestros abuelos levantaran la cabeza, no tardarían en volverse a morir de un soponcio ante hechos hoy comunes, pero inimaginables para ellos: concepciones “in vitro”, relaciones prematrimoniales, matrimonios de gays o lesbianas etcétera”. Yo no estoy de acuerdo con esa visión catastrofista. En absoluto. Creo que si levantaran la cabeza, no se querrían morir. Verían que los de su edad tienen dientes, reciben atención médica gratuita y una pensión; van de vacaciones con otros abuelos, pueden elegir a los que gobiernan su ayuntamiento, su comunidad y su país. Verían que no tendrían que esconderse para manifestar sus opiniones políticas o sus creencias religiosas. Verían que sus bisnietos ya no necesitan trabajar de sol a sol, explotados por unos amos sin escrúpulos. Se asombrarían al comprobar que esos bisnietos que antaño estaban predestinados a ser jornaleros o agricultores pobres o emigrantes con traje de pana y maleta de madera, hogaño son abogados, médicos, mecánicos o diseñadores gráficos. Verían calles asfaltadas, agua en las casas, yogures en la nevera y lentejas sin sapos. Se asombrarían de que en casi todas las casas hay calefacciones y aseos, un coche en el garaje y uno o más televisores. Se quedarían pasmados de que la Guardia Civil ya no acojona y que el cura del pueblo, el alcalde y otras autoridades que en sus tiempos eran elegidos a dedo por los de siempre ya no te pueden amargar la vida negándote un certificado de buen cristiano o de buena conducta.
Los matrimonios de gays y lesbianas no les sorprenderían porque la homosexualidad es tan antigua como la existencia del ser humano en la tierra. Se alegrarían de que a unos ciudadanos como los demás no se les aplicara la Ley de Vagos y Maleantes por su orientación sexual. Y en cuanto a las muñecas hinchables, el robot Capulleto o la robota Michochi, los verían como una alternativa a la burra Platera, la oveja Lucera o el perro Rintintín.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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