“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Meine liebe Teruel

Vaya semanas que llevo. Quizás sea que el otoño es tiempo para que llore en mi corazón (Verlaine). A la llorera durante el visionado de la peli de las trece rosas le sucedió la emoción, profunda emoción, de esa de aspirar el moco y no poder pronunciar palabra, durante la presentación del número 84 de la Revista Turia. Y es que ser de Teruel puede ser un orgullo pero es también una putada. Uno, que ha regresado recientemente a su pueblo tras muchos años de ser extranjero, cuando les explicaba a los amigos que era español, me hablaban de Madrid, Barcelona, Granada, Benidorm o Mallorca. Si para los españoles en general, Teruel es algo que al menos existe, para un alemán, un francés o un estadounidense, Teruel es sólo una palabra que empieza por te y termina en ele. Recuerdo una tarde de invierno del año 2002, en el barrio de Altona, mi barrio, en la hanseática ciudad alemana de Hamburgo. Había invitado a comer a unos amigos, Heike y Tobias. Heike era compañera de trabajo y Tobias, su hermano, un estudiante de español en la Universidad de Hamburgo. Tobias me pidió que le acompañara a una librería para ayudarle a seleccionar algunos libros escritos en español. Eligió uno de Max Aub y otro de García Márquez. Mientras esperábamos en la fila delante de la caja, desvié la mirada, con este gesto automático que nos hace mirar a otro lado cuando se rebasa nuestra distancia de seguridad, como ocurre en una fila o en un ascensor. En ese recorrido panorámico, mi mirada chocó con una estantería de revistas literarias. Y allí estaba Turia. Dos ejemplares. Me apresuré a cogerlos. Un para mí y el otro para regalárselo a Tobias. Por esa nostalgia que le entra a uno cuando está lejos de casa y algo, una música, un olor, una foto, un libro, le trae recuerdos de su tierra, estuve toda la tarde dándoles la tabarra a Tobias y a Heike, contándoles que yo había nacido en Teruel, el lugar dónde se editaba la revista Turia y que Teruel está en Aragón, tierra natal de Goya, como si el hecho de que una de las mejores revistas culturales de España y un pintor universal hubieran nacido en la misma tierra que yo, fuese la prueba irrefutable de que yo también era alguien importante. ¡Qué estupidez! De ahí el nudo en la garganta, sentado en el patio de butacas del Museo Provincial, escuchando a los culpables de que una tarde de invierno de 2002, en la hanseática ciudad de Hamburgo, en el barrio de Altona, a orillas del Elba, me sintiera orgulloso de ser de Teruel.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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