“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de noviembre de 2008

El feo, el bruto y el cobarde

El título no alude a ningún “remake” de una película de Sergio Leone. Quia. Tampoco al Tripartit catalán. Niet. Ni a los tres tenores de la foto de las Azores. No. Estos tres adjetivos los escribió un cura de un pueblo de la Segarra leridana en su informe al Tribunal de Responsabilidades Políticas en la posguerra. Sirvió para que a un miliciano de la CNT, al que el cura tildaba de “feo, bruto y cobarde”, lo condenaran a pasar a mejor vida, a criar malvas o a regar con su sangre los hierbajos que crecen a la sombra de las tapias de los cementerios.
Otro cura, obispo de Teruel, Anselmo Polanco, que posteriormente fue vilmente asesinado por los “rojos”- todos los asesinatos son viles-, en agosto de 1937 dio instrucciones claras a los “señores Arciprestes y Curas” sobre la manera de manipular los registros de defunciones y así ocultar los asesinados por el “glorioso Movimiento Nacional”.
La diferencia entre unos muertos y otros es que unos fueron declarados mártires, beatificados, se erigieron estatuas en su memoria, se les puso su nombre a hospitales y dejaron en herencia a sus descendientes, estancos, administraciones de lotería y otros chollos en ministerios y centros oficiales y los del otro bando yacen en cunetas y pozos, apareciendo como causa de su muerte “accidente relacionado con la guerra”, “hemorragia interna” , “herida por arma de fuego”, “asfixia por suspensión” o “desaparecido”. Sus descendientes heredaron el silencio, el miedo y el desprecio de un régimen cruel y vengativo. Todos estos datos y otros los pueden consultar en el libro de Julián Casanova, la Iglesia de Franco y en otros muchos.
No es de extrañar pues que ante la petición de Garzón de que la Conferencia Episcopal ordene a las parroquias que faciliten los datos de los registros de defunciones, la patronal de los curas ponga todo tipo de trabas para evitar que resplandezca la verdad. Nos dirán que dejemos de hurgar en el pasado y que lo que interesa es el presente y el futuro. Pero ellos son los primeros en recordarnos cada día la historia de uno que asesinaron en una cruz hace más de dos mil años.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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