Terminada la Navidad, nos preparamos para otro circo: las elecciones. La vida es una tom, tom, tómbola, de luz y de color. Acabado el casting de payasos, malabaristas, lanzadores de cuchillos y charlatanes, los partidos están puliendo sus programas de fiestas, dando los últimos retoques de Photoshop para que sus candidatos y candidatas sean los más guapos del baile. A continuación no se les caerá la cara de vergüenza para desinformar a los ciudadanos y ciudadanas, votantos y votantas de que si no se les elige a ellos, nos esperan cuatro años de plagas, epidemias, hambrunas e inundaciones. Navegaremos por mares de cayucos, nos arrojarán al vacío de la montaña rusa de la inflación, y nos los pondrán de corbata en la cueva del terror etarra. Yo o la nada será su mensaje. Prometerán bajadas de impuestos, el oro y el moro, castillos en el aire y duros a peseta. Contratarán a teloneros de lujo para que vayan caldeando el ambiente. Llenarán polideportivos de pelotos y pelotas que agiten banderas y coreen eslóganes ripiosos para surtir de imagen y sonido a los telediarios. Nos llenarán el buzón de mierda con sus propagandas y sus cartas “personalizadas” escritas por un gabinete de márketing político. Aprovecho la ocasión para pedirles a los partidos que me borren de su base de datos y con el papel que se ahorren en propaganda, que encarguen cuadernos para regalar a los niños. Será mi contribución a la mejora de los resultados del próximo informe Pisa. Yo no necesito que unos cantamañanas a los que no les he dado mi dirección, me escriban cartas. El día de las elecciones, me dirigiré a mi colegio electoral, cogeré mis dos papeletas y se la entregaré a la persona que esté en la mesa, presentando el documento de identidad. Eso es democracia. El resto, el circo de los Hermanos Tonetti o el chichi de la Bernarda.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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