“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de noviembre de 2008

Desonfiados con causa

Dos tribunas de Carlos Carnicero y de José Luis Gómez en el Diario de Teruel del lunes 25 de agosto me han hecho reflexionar en por qué los españoles somos tan desconfiados. El trágico accidente del avión de Spanair, ha vuelto a demostrar que no confiamos mucho en nuestras instituciones. Basta leer los periódicos, escuchar la radio, ver la televisión o asistir a una tertulia de café, para darse cuenta de que la sospecha y la falta de confianza en los que dirigen el cotarro son la nota predominante. No debería ser así en una democracia, en un Estado de Derecho. Algunos podrán argumentarán que ese comportamiento es propio del carácter español. Somos así, dirán, lo llevamos en nuestros genes. Mi opinión es otra. Desconfiamos de todo porque estamos escaldados, hartos de que nos engañen. La desconfianza que tenemos en nuestros gobernantes y en nuestras instituciones es algo que ellos se han ganado a pulso. Basta recordar algunas de las catástrofes de los años recientes. El Prestige, el Yak- 42 o los atentados del 11M podrían ponerse como ejemplos. En los tres casos, la transparencia y el rigor han sido sacrificados para beneficiar los intereses partidistas. Aquí nadie admite nada y nadie dimite. Se echan balones fuera, se culpa al otro y se aplica el principio de Bart Simpson: yo no he sido, acabo de llegar. Los partidos y los medios de comunicación a su servicio, se encargan de enlodarlo todo, de lanzar rumores que les beneficien, de aplicar el principio de que la mejor defensa es un buen ataque. Se tardan años en conocer la verdad, si es que alguna vez se conoce. En la mayoría de los casos, se elabora la mentira de la verdad oficial o se deja que el tiempo que todo lo diluye haga su trabajo. Los españoles somos desconfiados. Nos sobran los motivos.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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