“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 19 de junio de 2023

La buseta a la peseta

Mis hijas viven en Madrid, una ciudad en la que yo también viví durante muchos años. Con cierta frecuencia voy a visitarlas y me quedo unos días con ellas. Desde que sufrí el desprendimiento de retina acudo periódicamente a las revisiones en Madrid, en el Hospital Jiménez Díaz. Mi hija mayor vive en Legazpi y lo que les voy a contar sucedió en ese barrio hace unos días. Me fui a pasear por Matadero y Madrid Río y al regreso entré en el centro comercial. En Legazpi hay una población inmigrante muy importante. Destacan los chinos, ecuatorianos y peruanos. A mí me encanta esa mezcla de procedencias. A la puerta del centro comercial se me acercaron dos señoras mayores, muy mayores. Por su aspecto parecían peruanas, dominicanas o ecuatorianas. Una de ellas me dijo a bocajarro: “¿Dónde se toma la buseta a la peseta?”. Creyendo que se trataba de una tomadura de pelo estuve a punto de contestarles una barbaridad. La edad de las señoras y ver en sus caras que la pregunta iba en serio, me frenaron de hacer un comentario soez. Les contesté educadamente que yo vivía en Teruel y no entendía lo que me preguntaban. Al llegar a casa de mi hija y contarle lo que me había pasado con las abuelas, me dijo que La Peseta es una zona de Madrid. A continuación, miré en internet la palabra buseta para enterarme de que significa autobús pequeño en Colombia, Costa Rica, Ecuador y Venezuela. Lo que las señoras me preguntaban era si podía indicarles dónde se encontraba la parada del autobús al barrio de La Peseta. Afortunadamente, no les contesté que se encontraba cerca del pito de Agapito. Aunque hablemos todos el mismo idioma, las variaciones de la lengua en distintas regiones o países pueden provocar situaciones cómicas o incómodas. Aún recuerdo cuando a mi madre le resultaba vergonzoso que una vecina andaluza, de Granada, cuando vivíamos en París, llamara cariñosamente la mala putilla a su hija pequeña. O cuando en un viaje que hice a Chile, un amigo de Santiago me dijo que le había tocado la polla. La polla, en Chile es la lotería y tocarte la polla es algo para nada vulgar.

Evaristo Torres Olivas

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