No sé si es bueno que a uno lo quiera todo el mundo todo el
tiempo. Mi experiencia me dice que eso solo pasa con las personas con
discapacidad intelectual, con quienes nunca opinan sobre política, nunca hablan
de ricos y pobres, explotados y explotadores y se mantienen al margen de todo
aquello que pueda suscitar algún tipo de polémica; personas que no se
alinean en ningún bando, y si lo hacen
es en aquel que en el que milita todo el mundo y a nada compromete: el amor a
la tierra, a los pajaritos, a la vida sencilla y a la familia. El Beatus
ille. Y puede ser que también pase con
algún hombre bueno, en el buen sentido de la palabra. Sé que José Iranzo, el Pastor de Andorra, no pertenecía a la categoría de los discapacitados, ni físicos ni mentales: era
un hombre fuerte, sencillo e inteligente.
Y con una voz prodigiosa, según cuentan los entendidos. Una voz salvaje,
hermosa. Tras su muerte, todo han sido elogios, en todos los periódicos, de la
derecha a la izquierda, pasando por el centro. Lo han elogiado el PP, el PSOE, Podemos e IU. Y todos con palabras idénticas.
Lo que dijo Fraga de él lo sostendrían hoy Rudi, Lambán, la alcaldesa de
Andorra, de Izquierda Unida o Violeta Barba, de Podemos. Echenique ha hecho
bien en no pronunciarse porque si lo hace y se entera Jiménez Losantos— el xenófobo, el insultón, el maleducado— lo
manda para Rosario, Argentina. Cualquiera de esos, de cualquier partido, no
dudaría en afirmar que José Iranzo es uno de los suyos. Y ha habido unanimidad
a la hora de darle premios en el pasado y la habrá de ahora en adelante.
Seguramente se lo merece todo por ser un hombre bueno. Pero no estoy seguro de
que habría habido tanta unanimidad en todo si en lugar de cantar palomica, palomica, no levantes tanto el
vuelo, porque te saldrás de España y no sabrás volver, hubiera cantado que de los pobres nunca hay un amigo, hay
un amigo siempre de los más ricos, que a
esos les llevan agua y cordericos. O si le hubiera cantado una jota a
Endesa para que dejara de joder a los mineros. Y es que a los poderosos no les
gustan los rebeldes y desobedientes. Bienaventurados los mansos.
Evaristo Torres Olivas
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