“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 5 de julio de 2013

La Vaquilla

Esta semana he ido tres veces a Teruel. Y me ha asombrado la capacidad de los turolenses para montar los chiringuitos de las fiestas de la Vaquilla. Las peñas ya tienen todo organizado: música, bebida, comida. La gente ya se habrá comprado los pantalones, la camisa, la faja y el pañuelico, o habrá sacado y planchado el uniforme del año pasado. Salvo unos cuantos que no soportan tanto jolgorio y se marchan a la playa, la gran mayoría del los turolenses se echa a la calle durante estos días. No seré yo quien critique el jolgorio y la diversión de las fiestas (aunque sí critico algunos excesos de borrachos y cerdos que con su incivismo  convierten las plazas y lugares públicos en estercoleros), pero me gustaría que esta pasión, entrega y participación en la Vaquilla, y también en Las Bodas de Isabel, se contagiara a otros actos como las manifestaciones y concentraciones para defender el tren, la educación, la sanidad o las pensiones. Año tras año, en las páginas de los periódicos y en las emisoras de radio de la provincia, los peñistas, mantenedores y vaquilleros  nos hablan de la emoción que sienten cuando escuchan el campanico, y las lágrimas que se les escapan cuando le ponen el pañuelico al Torico. Está bien que se emocione uno con los símbolos y tradiciones de su tierra,  que se sienta orgulloso de lo suyo, pero una tierra se defiende, además de con la participación en las fiestas y los jolgorios, dando la cara, protestando, exigiendo que no nos quiten lo poco que tenemos. Llenamos el Ayuntamiento cuando se subastan los palcos o se toca el campanico, pero el resto del año, a los plenos asisten cuatro, tres de los cuales son periodistas y uno que se confundió de sitio. La plaza del Torico está abarrotada cuando le ponen un pañuelo al becerro,  pero apenas unas docenas de ciudadanos cuando se trata de exigir mejores escuelas, que nos mantengan la sanidad o que se inviertan en infraestructuras ferroviarias.  Sentirse turolense y amar a su tierra consiste en participar y  disfrutar de la singularidad de sus fiestas pero también en dar la cara y en  abarrotar las plazas y calles para defender lo nuestro. Nos va la juerga, Melendi y el Efecto Pasillo, pero nos convendría tener un poco más de compromiso con otros asuntos.

Evaristo Torres Olivas

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