“Cada territorio ha construido su propia tradición cargada
de mitos y a veces de falsificaciones. Podríamos decir que cada comunidad
autónoma se ha montado su propia película historicista. Siempre ha habido
presiones de cara a la instrumentalización política de la historia y el reto de
los historiadores es intentar no contaminarse políticamente”. Estas palabras
son del profesor Ricardo García Cárcel, Premio Nacional de Historia. La mejor
manera de justificar la independencia, ya sea de España, de Cataluña o de Santa
Eulalia del Campo, consiste en fabricarse una historia en la que los otros son
unos cabrones y unos corruptos que en lo
único que piensan cada mañana cuando se levantan es en cómo jodernos. Que en
esa falsificación de la historia participen los políticos es algo que no
sorprende, tratándose, en la mayoría de los casos, de cenutrios que solo buscan su beneficio
personal. Lo que es menos entendible es que a ese circo se apunten muchos
historiadores; historiadores que se
“contaminan políticamente”. La historia,
entonces, deja de ser la disciplina, la ciencia social, que estudia el pasado, para
convertirse en historia, en narración inventada, en cuento, chisme y enredo,
según otra de las acepciones de la palabra. Leía hace unos días, con motivo de
las elecciones catalanas, que el mejor propagandista del independentismo
catalán es el PP de Rajoy, que quiere gobernar a golpe de “españolazos”.
Si uno escucha los discursos del PP en las pasadas elecciones catalanas, se
hace nacionalista catalán aunque no lo fuera anteriormente. Los políticos independentistas catalanes también
contribuyen lo suyo en desprestigiar a Cataluña, achacando todos sus males a la
puta España, según la desafortunada expresión del fallecido Pepe Rubianes.
Escuchándolos también dan ganas de hacerse nacionalistas español, de los de
desfilar con la cabra por delante. En definitiva, que aunque parezcan tan diferentes,
Mas y Rajoy, Rajoy y Mas, son exactamente lo mismo, cada uno con sus símbolos a
cuestas. Uno con su don Pelayo y el otro con su Guifré el Pilós. Los dos nos
quieren vender la misma burra. Una burra muy desprestigiada, que ni siquiera
estuvo en el pesebre de Belén. Lo ha dicho el Papa.
Evaristo Torres Olivas
lunes, 3 de diciembre de 2012
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