Evaristo Torres Olivas
miércoles, 23 de mayo de 2012
Los que muerden y pisan
En una familia, por regla general, sus miembros pueden discutir, pelearse, incluso insultarse. Pero pasado el acaloramiento, los padres y los hijos se perdonan, vuelven a abrazarse y pelillos a la mar. Y es que llevar la misma sangre tira mucho. Fíjense en las familias reales, o Familias Reales, esas que tienen sangre azul. Aunque sus respectivos países puedan estar enfrentados por tontadas como gibraltares o ceutas y melillas, los titulares de las coronas no dejan de ser hermanos ni de quererse a rabiar. El poder de la sangre azul. Que tira más que dos carretas o que cuatro pares de bueyes. No sé de qué color es la sangre de los políticos pero también tiene más fuerza de unión que una tonelada de Loctite Super Glue. Eso hace que se puedan decir entre ellos barbaridades que de pronunciarlas cualquier otro ciudadano con distinto color de sangre, sería suficiente para retarse a un duelo o en mejor de los casos dejar de hablarse para siempre. Miguel Ángel Revilla, el dicharachero expresidente de Cantabria, que se subió al carro de la política en 1983 y desde entonces no ha dejado de cobrar la nómina del erario, puede poner a caldo a sus compañeros de oficio sin que pase nada. El pasado 19 de mayo comentaba en una entrevista en el Heraldo de Aragón que uno de los errores de Zapatero fue rodearse de demasiado mediocre y añadía que “hay mucha gente que no ha hecho más que política. Esos son peligrosos, se amarran del sillón, muerden, pisan…”. Eso no impide que al día siguiente, don Miguel Ángel pueda encontrarse con alguno a los que ha llamado mediocre que muerde y pisa y regalarle una lata de dos kilos de anchoas y una bolsa de sobaos pasiegos; y el destinatario de los regalos, en lugar de ciscarse en toda la parentela del cántabro por haberle insultado y decirle que se meta las sardinas y el bizcocho por el orificio que remata el conducto digestivo, le estampa dos besos en la mejilla o en los morros. Yo estoy seguro de que si Revilla hubiera llamado a Arrufat mediocre que muerde, don Antonio no solamente no lo echa del Diario de Teruel como hizo conmigo, sino que le acepta las anchoas y los sobaos y a su vez le invita a un plato de jamón de Teruel en Rokelín. Me juego una paletilla con denominación de origen y una trenza mudéjar. De Horno Sanz.
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A estacazo limpio
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