“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 28 de junio de 2011

Bendita inocencia

El bueno y el malo, policías y ladrones, unos inocentes niños y Botín. El Heraldo de Aragón, en su edición del 18 de junio, publica dos noticias frente a frente, en las páginas 34 y 35. En la primera aparece Botín, el capo del Santander, intentando esconder y minimizar el porrón de millones “opacos” mantenidos en Suiza durante decenas de años. En la otra, tres inocentes niños premiados por sus trabajos escolares sobre la necesidad de pagar al fisco. Los tres pedían tolerancia cero con los defraudadores. Una de las niñas, Elena Gomollón, de 3º de la ESO, escribía en su trabajo premiado que “un amigo de su tío que parecía buena persona pero que no declaraba todo lo que ganaba”. Ese amigo de su tío no es Botín porque en la foto que publica el Heraldo no tiene precisamente cara de buena persona. Y tampoco sus palabras, cuando se le escucha hablar, suenan a las de una buena persona. Pobrecillo, don Emilio. Me da mucha pena. Seguramente, en su tierna infancia no jugaba con los otros niños al balón o al aro. Nadie le explicaría que había que compartir, que estafar al prójimo es malo y que el dinero no trae la felicidad. Cuando otros chicos leían tebeos, él seguramente estaría haciendo ejercicios de interés compuesto y de cotizaciones en bolsa. Los mayores elogios de sus padres los recibiría cuando les contara cómo había desplumado a sus compañeros de clase prestándoles cinco pesetas para que le devolvieran quince una semana más tarde. Don Emilio no tuvo la suerte de que, en la escuela, los maestros explicaran que es necesario pagar impuestos y que a los que no lo hacen se les llama defraudadores. Si sus padres se hubieran enterado de que un maestro le enseñaba esas cosas a su hijo, lo habrían denunciado por rojo. Don Emilio no nació malo. Fueron la educación recibida, el entorno familiar, el sistema, los que moldearon la arcilla de su cerebro y lo condujeron por la senda equivocada. No tuvo la suerte de Jorge, Irene y Elena, los tres niños premiados por sus trabajos sobre la necesidad de pagar impuestos. Elena, Jorge e Irene tienen cara de buena persona. Igual que la podría tener Emilio Botín si hubiera recibido otro tipo de educación.

Evaristo Torres Olivas

La mala educación de Emilín

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De cara al pensamiento poco importan los impuestos y la legalidad. Mal está que defraude dinero a hacienda, pero mucho peor es que a todo el mundo le parezca normal que se pueda hacer uno rico -a secas-, y más de una forma tan vil como la usura y la especulación.
Probablemente, quitando está noticia de Suiza y algunas otras cosas que no conozcamos, el Sr. Botín habrá obrado la mayor parte del tiempo dentro de la legalidad.
Eso es lo grave, que tal actividad antisocial no sólo sea legal, sino aceptada por la población.

Anónimo dijo...

Mmm... me estoy dando cuenta de que podrías volver a tener problemas con la aparición de los comentarios, si llegas a leer esto -que quizá no- mira a ver. Gracias
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