“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

sábado, 15 de enero de 2011

La velocidad y el tocino

Lo bueno que tiene lo que no existe sino en la mente de quien lo inventa, es que se le puede atribuir las características y propiedades que su autor quiera. El único límite es su capacidad de fantasear e imaginar. Si me invento una animal, el perricano, por ejemplo, puedo decir que tiene cabeza de perro, cuerpo de pájaro, se reproduce por esporas y tiene voz de barítono. También puedo añadirle o quitarle atributos sin que nadie pueda contradecirme. Eso es lo que ha hecho  el papa Benedicto. Si hace unos años dijo que el limbo, lugar al que iban supuestamente lo niños sin bautizar, no existía, ahora se han cambiado las características del purgatorio al afirmar que “el purgatorio no es un elemento de las entrañas de la Tierra, no es un fuego exterior, sino interno”. Para que me entiendan, ese fuego interno sería algo así como un furor uterino, un ansia viva, un comecome, una desazón. En el mundo real, las piezas del puzle deben encajar unas con otras; en los mundos inventados, también nos inventamos las piezas para encajarlas según nuestra conveniencia. En la ficción todo es posible, no hay límites, ni leyes que respetar ni códigos de obligado cumplimiento. Podemos hacer que los elefantes vuelen, que los monos sean catedráticos, que los perros toquen la trompeta o que las gallinas pongan huevos de oro. Puestos a inventar, incluso podemos inventar un dios que nos invente a nosotros, es decir que el inventado por el inventor inventa al inventor, una pescadilla que se muerde la cola, un círculo vicioso, la gallina y el huevo. En los mundos inventados por nuestra fantasía podemos confundir el tocino con la velocidad sin que por ello nos llamen locos. Mientras lo real y lo fantasioso no se confundan, mientras no se quiera hacer pasar lo real por fantástico y lo inventado por real, supondrá una riqueza para el desarrollo humano. El problema surge cuando las religiones y los Benedictos nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino, nos la quieren meter doblada o nos quieren vender la moto. Entonces surgen las tinieblas y el infierno, otro invento.

Evaristo Torres Olivas

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