“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Comer rata y relinchar

Yo no sé qué tendrá el poder que agilipolla a la gente. El expresidente Aznar (noten cómo lo escribo según recomienda la nueva Ortografía), desde que dejó el Gobierno, no ha parado de decir tontadas por todo el mundo, lo mismo en Bollullos que en Georgetown. Algunas de sus tontadas son muy gordas. Felipe González, que parecía más sensato, ha estado durante muchos años dedicado a sus negocios, a sus conferencias y a visitar a sus amigos millonarios. Pero en asuntos de política española no se iba de la lengua. Y ahora, en un corto espacio de tiempo, ha irrumpido en la arena pública con la monserga de que “probablemente hubiera matado a etarras”; pero no lo hizo y ahora no sé qué pretende. Yo también, si hubiera sabido en qué si iba a convertir Felipe, probablemente tampoco lo hubiera votado en el 82, si es que lo voté, que me parece que no. Podría entenderse lo contrario, que hubiera ordenado volar el coche de unos etarras y ahora se arrepintiese y necesitase tranquilizar su conciencia confesándolo públicamente. Pero no es así, según cuenta: “Esta es sólo una hipótesis, nunca se dio esta posibilidad pero vamos a ver: ¿si pudiera haber impedido que esos tipos que iban con un coche bomba a volar Hipercor lo hicieran, incluso volando el coche con los tipos dentro, lo hubiera hecho? Pues probablemente sí”. Ese es un razonamiento estéril que no conduce a ninguna parte. Es como cuando los niños preguntan: papá ¿tú te comerías una rata? No, hijo, no. Pero imagina que tuvieras mucha hambre. Tampoco, hijo; comería hierbas del campo o lo que fuera. Pero imagina que no hay hierbas, ni cangrejos, ni conejos ni nada de nada, sólo ratas. En tal caso, hijo me comería la rata asada, cocida, secada al sol o incluso viva. Y a continuación, el niño pone caras de asco y se va corriendo a contarle a su madre que papá come ratas vivas. Como juego de niños, lo entendemos y nos prestamos a ello, lo mismo que si nuestro hijo nos hace poner a cuatro patas y nos pide que relinchemos porque somos su caballo. Pero que un tío hecho y derecho como Felipe nos venga con bobadas de crío de cinco años, es la confirmación de que el ejercicio del poder agilipolla a la gente.

Evaristo Torres Olivas

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