Ha muerto Marcelino Camacho, dos días después de que lo anunciara un espontáneo de Esquerra Unida y Alternativa y de que las ediciones digitales de varios medios de comunicación lo propagaran por la red. ¡Joder con los espontáneos y la prensa de los cojones! Ha muerto un hombre de bien, un luchador, un hombre de izquierdas de verdad, no de pacotilla. Marcelino pasó por la política y el sindicalismo y no lo utilizó en beneficio propio, como hicieron sus sucesores Gutiérrez y Fidalgo y sobre todo muchos dirigentes que se autodenominan de izquierda, como González, Zapatero y compañía. Marcelino, hasta pocos meses antes de morir, siguió viviendo modestamente en su piso de toda la vida, en Carabanchel. Seguía usando los marcelinos, esos jerséis que le tejía Josefina, su compañera. Felipe abandonó pronto la pana y, tras dejar la política, no volvió a su piso del barrio de la Estrella, sino a un chalet pijo en Pozuelo, y sus amigos ya no son los obreros socialistas españoles que figuran de adorno en el nombre de su partido, sino Jesús Polanco, el venezolano Gustavo Cisneros o el mexicano Carlos Slim, unos “pobretones” forrados de millones. Y la “creadora de moda” Elena Benarroch, la que comercializa los pedruscos, a 6000 euros la unidad, que diseña don Felipe González, Isidoro cuando lo del traje de pana, tras abandonar el cuidado de los bonsáis. La misma Elena Benarroch que ha conseguido que la “atenta, discreta y sensata” Sonsoles Espinosa, esposa de Zapatero, haya cambiado sus sencillas blusitas, falditas y bolsitos por otras prendas de las marcas Dolce&Gabbana, Jill Sander o Jean Paul Gaultier, que no bajan de 1500 euros la pieza.
El ejemplo de Marcelino Camacho nos hace concebir la esperanza de que otro mundo es posible, de que la izquierda de verdad podrá desenmascarar a esos impostores, aprovechados, vividores, traidores de la causa socialista, que juegan con los sentimientos y las esperanzas de la gente humilde. Esa izquierda del caviar que presume de tener 10 millones de votos. También a Hitler los votaron muchos millones, y millones de españoles ven a diario la telebasura. Pero no por ello Hitler y la telebasura dejan de ser una mierda.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
sábado, 30 de octubre de 2010
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5 comentarios:
Pedir dignidad, compromiso y sacrificio es obligatorio para los trabajadores y trabajadoras. Lo que nos queda es un legado que con nuestra atonía y amparándonos en el bienestar (¿?) han aprovechado otras personas para personificar el despilfarro, el nepotismo, la soberbia, la codicia y todos los pecados capitales multiplicados por setecientos trece.
Marcelino nunca dejó de ser y vivir como una persona de izquierdas, sintió como un logro personal la llegada de la democracia a España y jamás sembró el odio ni quiso vengarse de los que le amargaron su juventud. Y razones tenía.
Anómimo de arriba, perdóname, pero si montar una Expo 2008. dar el visto bueno para empujar Gran Scala, destrozar montañas con Aramón, etc, etc, etc... (no tengo tiempo para hacer memoria) es ser una persona de izquierdas... eso nos da una idea del concepto mayoritario de "izquierdas" que pulula por nuestras cabezas: izquierda capitalista de mercado.
Con permitir abortos, matrimonios gays, no apoyar entusiasta y abiertamente a la Iglesia (aunque tanto los miles de millones se los regalan y el Concordato lo aplauden y mantienen igual)... pero lo cierto es que avalar la economía de mercado,el neoliberalismo, como ha hecho el Psoe desde hace varias décadas, significa avalar las miles de muertes por hambre y guerras que genera sin parar la avaricia del capital.
Se podría escribir eufemísticamente, pero es lo que hay.
Saludos
Creo que te has equivocado: el anónimo de arriba, como lo llamas tú, nos se refiere a Marcelino Iglesias sino a Marcelino Camacho.
¡Tienes razón!, he metido la pata a fondo.
Se me ha cruzado la neurona y pensaba que hablaba de M. Iglesias.
Mis disculpas
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