“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 10 de enero de 2010

¡RIP, RIP, Hurra!

Qué bobos somos los humanos. Culo veo, culo quiero. Leo en los papeles que la empresa que fabrica el modelo de ataúd con el que enterraron al Papa Wojtyla, se está haciendo de oro. Se está hinchando a vender trajes de madera de pino. Si Bill Gates deja escrito que cuando casque lo entierren en un cajón con forma de ratón y que le instalen un ordenador con Windows, a los dos días seremos miles los gilipollas los que hagamos lo mismo. En fechas recientes hemos visitado los cementerios, esas urbanizaciones de adosados en las que no molestan los vecinos, y hemos podido comprobar que todos recurrimos a los mismos modelos y con idénticos textos. Muy pocos han sido los que han tenido el valor y el humor de encargar epitafios con textos sinceros—“Pancracio Juvenales, buen esposo, buen padre, mal electricista”—o tan vengativos como el tallado en una tumba de Salamanca: "Con amor de todos tus hijos, menos Ricardo que no dio nada". Algunos no se sabe muy bien si son producto de la ignorancia o de la mala leche—“Aquí descansa mi querida esposa Brujilda Jalamonte. Señor, recíbela con la misma alegría con la que yo te la mando”. Y en el que figura en el título de esta colaboración, dedicado por Groucho a su suegra, notamos un entusiasmo tal vez algo exagerado. Con un RIP hubiera sido suficiente. Pero en todo caso, demuestran que los titulares del palmo de cementerio o sus familiares, no querían ser uno más del rebaño y nunca hubieran encargado un ataúd de la marca Wojtyla sin someterlo previamente a un proceso de tuneo que reflejara su personalidad y su singularidad. Ya que necesitamos toda una vida para que nos cambiaran de barrio en contra de nuestra voluntad, no les amarguemos la vida a nuestros nuevos vecinos, que tampoco están ahí por gusto. Yo, mientras tanto, digo lo del Sabina, y les deseo lo mismo a ustedes, que tarden aún muchos años en plantar el pino con el que nos han de hacer el traje de madera. Pero por si acaso, daré instrucciones a mis deudos para que el día en que deje de toser, en el buzón de mi nicho, figure la siguiente inscripción: Hasta aquí hemos llegado, colorín colorado.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Enviado DdT 3/11/2009

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