“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 10 de enero de 2010

El goteo que no cesa

No hay día en que no nos desayunemos con una noticia de otro caso de corrupción. Ahora le toca al alcalde de Estepona, David Valadez del PSOE. Otro presunto delincuente más. Otra bola que hay que mover en el alambre del ábaco de contar chorizos. Y llegarán las próximas elecciones y volveremos a votar a los mismos. No sé quién lo decía, pero llevaba toda la razón, que si se pone a un burro en los primeros puestos de las listas de los dos partidos mayoritarios, el burro sale elegido. Hace unos días leía un libro del periodista Albert Montagut en el que cuenta los controles e investigaciones a los que fue sometido antes de que le fuera concedida la acreditación para ejercer el puesto de corresponsal en la Casa Blanca. Eso para ser un plumilla de un periódico. Pero para manejar millones del contribuyente, para recalificar terrenos o para planificar el futuro de una ciudad, de un pueblo o de un país, sirve cualquier zopenco que decida el partido. Y a eso lo llamamos democracia. “La vaca sagrada de las mayorías aritméticas que produce menos leche de lo que suele suponerse” en expresión de Eric Hobsbaun. Nos tienen tan acojonados que parece que nos guiamos por la máxima de que más vale ladrón conocido que chorizo por conocer. Hemos llegado a tal grado de tolerancia y de dejación en nuestras responsabilidades como ciudadanos que sólo nos escandalizamos, y muy poco, cuando el desfalco, robo, estafa o fraude es de proporciones astronómicas. Al igual que algunas mujeres dicen que “mi marido me pega lo normal”, según cuenta el doctor Miguel Lorente, los ciudadanos parece que nos resignamos a que los políticos roben lo normal. Mientras no se convierta nuestro pueblo o ciudad en Marbella o La Muela ni se organicen visitas del Papa para saquear las arcas públicas, todo lo demás parece ser que está dentro de la normalidad. Que un diputado, alcalde o concejal se hace fraudulentamente con unos terrenos para sembrarlos de placas solares junto con unos amiguetes, trincando subvenciones, no pasa nada. Que colocan a sus hijos, primos, hermanos, conmilitones y “conmilitantes” en trabajos pagados o subvencionados con dinero público, tampoco pasa nada. Lo consideramos robar lo normal. A ese nivel de degradación hemos llegado. Tenemos lo que nos merecemos.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Enviado DdT 16/12/2009 NO PUBLICADO

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