Cuando se observan ciertos comportamientos, uno se da cuenta de lo mierdecillas que somos. Dos acontecimientos de hace unos días me han hecho reflexionar sobre la condición humana. Uno, la visita de Chávez a Madrid. El tío colapsa el centro de la ciudad, cierra durante un par de horas una librería de la Gran Vía y después se le antoja conducir un coche, acompañado del mandamás de Repsol YPF, Antonio Brufau. Y como el señorito tiene viruta, gas y petróleo, todos a cerrar el pico y a reírle las gracias no vaya a ser que se moleste y nos corte el suministro. La segunda noticia es la de Zapatero visitando de tapadillo Villa Certosa, la zorrera de otro presidente impresentable, Berlusconi. En este caso no se trata del petróleo ni del gas, sino que aguantar los chistes machistas y dorarle la píldora al italiano tiene que ver con la cortesía diplomática, según proclama la clac del presidente Zapatero. Aquí las ministras despotrican por cualquier chorrada y cuando salen fuera y tienen delante al prototipo del chulo de playa marcando paquete, pelo en pecho y cadena de oro al cuello, no articulan palabra. Estamos en tiempos de la política pop como la califica el escritor italiano Claudio Magris. Los políticos ya no defienden valores; dicen y se desdicen para quitarle importancia a las cosas. Prevalece la imagen sobre cualquier otro aspecto. La política es puro marketing, propaganda. Nuestros gobernantes son como las estrellas del pop: la música y las letras importan poco. Lo que mola es el vestuario, el atrezo y los vatios de potencia. Con cuatro acordes, unos estribillos machacones y facilones, asunto arreglado. Berlusconi y Chávez son dos grandes estrellas de la política pop. Dominan el escenario como pocos. Provocan, gesticulan, le sacan la lengua al respetable y dan guitarrazos que revientan los oídos. Como los ídolos de la música pop. Y nuestro presidente que parecía que iba de cantautor progre unas veces y otras de monja esa que cantaba el Dominique, Nique, Nique, no tiene inconveniente en hacer de telonero de gente como Chávez y Berlusconi, tal vez con la esperanza de que algún día pueda ser como ellos.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 11/10/2009
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