Cuando Pablo Echenique se dirige en inglés a Barack Obama en su cuenta de Twitter sabe perfectamente que el expresidente estadounidense no le sigue, y probablemente ni siquiera sabe que existe. El mensaje del secretario de Organización de Podemos va dirigido a los seguidores españoles y a los medios de comunicación españoles. ¿Y qué sentido tiene hablar de manera superficial de un tema que no domina—el Guernica, la Transición española—en un idioma, el inglés, que tampoco domina—sus comentarios están plagados de faltas de ortografía y errores sintácticos—a un público español? Ninguno que no sea alimentar su ya bien cebado ego. Echenique, que hace cuatro días era neoliberal y partidario de la invasión de Irak, según confesión propia, ahora nos quiere transmitir que es una gran estadista, que habla de tú a tú, y en su idioma, con los poderosos. Dejo a los especialistas el diagnóstico sobre este comportamiento, el de una persona más o menos normal que de chiripa alcanza cierto poder, pasa del anonimato a aparecer todos los días en los medios de comunicación, y se cree capacitado para hablar de todo, de lo que conoce y de lo que desconoce. Tal vez se deba a que los políticos se rodean de aduladores y halagadores que les hacen creer que son infalibles e insustituibles, una suerte de mesías llamados a salvar el mundo y llevarnos por la senda de la justicia, la verdad y la paz. Este ego desaforado produciría risa si no fuera porque las personas que lo padecen pueden ocupar puestos de responsabilidad y tomar decisiones sin encomendarse a nadie, sin consultar a nadie, con total desprecio hacia las opiniones de los demás, creyendo que las ocurrencias y las simplificaciones propias son diagnósticos acertados de la realidad. Algo falla en los partidos, en Podemos y también en los demás, para que estos comportamientos megalómanos puedan prosperar. Entre las intervenciones de José María Aznar en Georgetown con su inglés “de garrafón”, las de Ana Botella y su “relaxing cup of café con leche” y las simplezas de Echenique, no hay gran diferencia. ¿Por qué no se callan?
Evaristo Torres Olivas
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