“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 18 de abril de 2018

Hay mentiras y mentiras

Las personas mentimos. Todos y todas. Ateas, agnósticas y creyentes. Cifuentes y Cospedal. Iglesias y Errejón. Felipe González y Susana Díaz. Manuel Blasco y Carmen Pobo. El consejero Guillén y la consejera Pérez. Los alumnos y las alumnas del instituto, de la universidad. Y también los de la guardería. Quien nos vende unos zapatos y quien nos sirve la comida en un restaurante. Yo también he mentido, miento y mentiré. Pero no todas las mentiras son iguales. Durante muchos años como responsable de personal en empresas multinacionales, he hecho cientos de entrevistas de selección. Y mucha gente miente, oculta información o exagera la información que escribe en el currículum. Títulos que no tiene, nivel de idiomas muy por encima del real, experiencia laboral superior a la efectiva.  Con eso tal vez consiguen pasar el primer filtro, que se les cite para una entrevista. Pero no van más allá. A quien cuenta que tiene un nivel alto de inglés sin ser cierto, basta con hacer parte de la entrevista en ese idioma para dejarlo en evidencia. Quien afirma haber trabajado en empresas en las que no ha trabajado se le descubre con una simple llamada a esas empresas. Quien dice tener conocimientos de una materia sin ser cierto, basta dejarle diez minutos con un experto de la empresa para sacarle los colores. Muy diferentes son las mentiras en política. Por una simple razón: no hay ningún filtro que permita detectar el engaño. Si Carmen Pobo escribe en la propaganda electoral y en la ficha de las Cortes que es puericultora, nadie lo cuestiona y nadie le pregunta dónde consiguió el título, si se licenció en medicina con la especialidad de pediatría y puericultura o si es auxiliar de  puericultura. No es lo mismo ser enfermero que auxiliar de enfermería, no es lo mismo ser analista de laboratorio que auxiliar de laboratorio. Pero todavía hay algo peor: lo que presuntamente ha hecho Cifuentes. Obtener un título de una universidad pública subvencionada con dinero público. Y nunca se hubiera descubierto de no ser por un chivatazo. Ha desprestigiado la universidad y ha devaluado el título que honradamente han conseguido otros alumnos. Las mentiras en un currículum para acceder a un puesto en una empresa privada son perdonables. Las de los políticos que inflan la información en su ficha de las instituciones lo son menos. Quienes consiguen títulos de manera fraudulenta no tienen perdón. Cifuentes, si se confirma el fraude, no debería nunca más ejercer un cargo público.

Evaristo Torres Olivas

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