“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 19 de enero de 2016

Marcelino, pan y vino

Con frecuencia, los conceptos difíciles se entienden mejor si se explican con ejemplos de la vida real condimentados con un poco de humor. Es lo que hace el periodista y economista Joaquín Estefanía en un libro que acaba de publicar. Para explicarnos el origen de la crisis que padecemos recurre a uno de Bilbao que se monta un bar. Yo lo voy a intentar explicar a mi manera recurriendo a la Taberna de Tío  Marcelino, de apodo El Chulo. Marcelino decide montarse una taberna en mi pueblo y para ello pide un préstamo bancario para comprar y acondicionar el local. Hombre de inteligencia natural, a la entrada del establecimiento ha colocado un letrero con el siguiente rótulo. “Alto turista, para vino puro, casa El Chulo”.  También es un hombre de buen corazón y decide que sus clientes, muchos de ellos en paro,  puedan  consumir en su local  hoy y pagar más adelante, cuando las cosas les vayan mejor. La estrategia funciona y cada día tiene más clientes. Poco  a poco va subiendo los precios, pero a los clientes tampoco les importa puesto que no tienen que pagar hoy. Los beneficios aumentan como la espuma de la cerveza que vende Marcelino. Beneficios de mentirijillas  pues consisten en deudas de los clientes que anota en una libreta de tapas azules, como las que usaba Aznar. Pero en la caja, ni un euro. El director del banco  local se da cuenta de que cada día la taberna tiene más clientes, de que las deudas son activos de alto valor y le aumenta la cantidad del préstamo a Marcelino. También se inventa unos productos de diseño a los que llama bonos Marcelino, bonos pan y bonos vino, que pone en circulación en el mercado financiero. La gente los compra, pasan de mano en mano, su precio sube cada día. Incluso los proveedores de Marcelino, los que le venden la cerveza, el vino, la longaniza y el jamón, se hacen con un buen puñado de bonos. Ya no solo los compran  en Villarquemado, sino también en Cella, Celadas, Nueva York y Sidney.  Pero un día, la nueva directora del banco, una mujer con dos dedos de frente, se da cuenta de que eso no puede seguir así y le pide a Marcelino que devuelva los préstamos. Marcelino saca la libreta azul y les ruega a los clientes que empiecen a cancelar las deudas. Pero los clientes no pueden pagar. Los bonos ya no valen nada, el bar pasa a ser propiedad del banco, los proveedores que también habían fiado a Marcelino se van al carajo. Despiden a la directora del banco y los nuevos gestores recurren al Gobierno. Este decide salvar al banco con el dinero de todos, también de los que no habían pisado el bar de Marcelino en su vida. En resumen, un pan como unas hostias.

Evaristo Torres Olivas

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Beneficiados: los que se cascaron el vino sin pagar una perra.

Anónimo dijo...

Si en lugar de un bar, el establecimiento fuese una panadería, se dudaría más en si se rescataba o no. Y no perdamos de vista que la causa del descalabro no fueron los bonos, la causa fue el paro.