Evaristo Torres Olivas
lunes, 9 de noviembre de 2015
El honesto
Algunos amigos y lectores de este blog, conocedores de la
tirria que le tengo al censor Arrufat, me ha llamado o me han parado por la
calle para decirme que estaría contento porque habían imputado a Arrufat. No
estoy contento. Lo que realmente deseo es que todo se aclare y que nadie haya
metido la mano en la caja ni repartido
dinero público sin ajustarse a la ley. De momento está solo imputado, no
acusado, ni condenado, por lo que hay que esperar. Si pensara o actuara de otra
manera estaría incurriendo en los mismos
errores que el censor Arrufat practica con los demás: nuestra Constitución, en
su artículo 24, recoge la presunción de inocencia, aplicable a todo ciudadano,
también a Arrufat, pero también recoge
en el artículo 20 la libertad de expresión y la eliminación de la
censura, algo que Arrufat no respeta; y sé de lo que hablo, he sido víctima de
sus decisiones, más propias de un dictador de república bananera que de un
dirigente de un país democrático. Por ese motivo lo llamo el censor. Cuando
lean esta columna, el censor Arrufat estará declarando ante el juez. Lo que más
me ha llamado la atención durante estos días ha sido el espíritu de clan o de
banda de malhechores que hay en el PSOE
de Teruel. Le ha faltado tiempo a don Vicente Guillén —político polivalente,
que lo mismo sirve para diputado que para senador, obras públicas que
presidencia, siempre que sea vivir del cuento y a cuenta del erario— para afirmar con rotundidad que Arrufat es
“una persona honesta y a carta cabal”.
Es el estilo del PSOE, negarlo todo, especialmente si el afectado es parte del triunvirato que todo lo mangonea
en la provincia una vez jubilado el califa Velasco: Guillén, Mayte, Arrufat.
Aún recuerdo a Mayte Pérez, una pésima oradora, en un mitin en Teruel, presentando
a Eva Almunia, candidata a la presidencia de Aragón. También la ponía como
ejemplo de todo. Tan buena, tan trabajadora y tan honesta era doña Eva, que no
se enteraba de las cosas que hacía su marido, Escó, en Plaza. Ni que ganaba un cuarto de millón en su enchufe de Telefónica y la renta le salía a devolver. Claro
que tampoco se enteraron de lo que hacía Escó en Plaza ni su jefe el consejero
de Obras Públicas Velasco ni el presidente Iglesias. Si le preguntan a Guillén,
nos asegurará que son todos honestos a carta cabal. Y como decía el Arrufat en una entrevista bochornosa
en la televisión de Calamocha: “No podemos utilizar la política como un modus
vivendi profesionalizada”. Con dos cojones. El honesto. El que lleva mil años
viviendo de la política.
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Títeres sin cabeza
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