“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 28 de septiembre de 2015

Los lugares comunes

Yo admiraba a los alemanes. Hasta que me fui a trabajar a Alemania. Me pasaba a mí con los alemanes lo mismo que a mi padre con todo lo que fuera fabricado en los países comunistas. Cuando cumplí doce años me regaló una máquina de escribir —los ordenadores de los años sesenta y setenta—, pero en lugar de comprarme una Olivetti ligera como tenían mis amigos,  me regaló una plúmbea Erika que según él era lo mejor de lo mejor, por el único motivo de que  se fabricaba en la RDA. Apenas utilicé el armatoste porque, aunque era muy robusta, me dolía el dedo meñique cada vez que había que apretar la tecla de las mayúsculas. Pero mi padre no cejó: años más tarde me compró una cámara de Super-8 que, en lugar de funcionar con pilas, había que darle cuerda como a los despertadores antiguos.  Pero era la mejor, de nuevo según mi padre, porque estaba hecha en la URSS. Casi nunca la usé porque, aunque también era muy robusta,  mis amigos se partían de risa cuando me veían darle cuerda.  Y es que no hay nada mejor, o peor, según te sea favorable o desfavorable,  que los clichés y los lugares comunes. Aunque casi siempre son falsos.  De los alemanes se dice que son puntuales, organizados, serios, honestos, que fabrican productos de calidad. Ingeniería alemana a su alcance, decía la publicidad de una marca de coches. También que son fríos y tienen la cabeza “cuadrada”. Cuando viví en Alemania pronto me di cuenta de que hay alemanes serios y otros que no; los hay honestos y deshonestos. Y que de la ingeniería alemana a mi alcance alguna era de fiar y otra no tanto. Como en todas partes.  Miren si no el timo de Volkswagen. Tanta honradez, seriedad,  tanta tecnología fiable y han inundado el mercado con coches que echaban al aire más mierda que la que anunciaban. Y falsificaban los medidores para que no se viera el timo en las inspecciones.  Al final, no hay más remedio que concluir que en todas partes cuecen habas y que tal vez los malos no son los españoles, los alemanes o los suecos en abstracto. Y que lo que fallan son los sistemas, los controles y los valores. El comunismo fabrica objetos robustos pero feos y de difícil manejo, y el capitalismo nos inunda con productos de un cuidado diseño, una caducidad programada y unas cualidades y calidades que no se corresponden con la realidad. La chispa de la vida, la ingeniería alemana a tu alcance y tu banco amigo.

Evaristo Torres Olivas
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

El T-34 era mejor que el Panzer.