Después de la tabarra que dieron en el PP con que Rita
Barberá había fallecido por el acoso mediático y político al que la habían
sometido, pobrecita, ahora resulta que murió por una cirrosis. Eso al menos es
lo que recoge el informe médico de la autopsia. No soy médico ni entiendo de
enfermedades hepáticas ni de los tipos de cirrosis ni qué las produce. Todos
hemos leído que el abuso del alcohol puede producir cirrosis. Y todos hemos
escuchado también rumores de que algunos políticos bebían en exceso. Pero los
rumores no son información y no siempre son verdad. De toda esta historia de la
lamentable muerte de doña Rita, lo que
más me sorprende no es la manipulación del PP, que de ese partido solo me
espero mentiras, engaños y falsedades, sino el comportamiento de la exalcaldesa
de Valencia. Entiendo que la cirrosis no es algo que aparece de la noche a la
mañana sino que es un proceso que progresa si no se toman medidas. Entiendo también
que la senadora Barberá conocía su enfermedad y la gravedad de la misma. De ahí
que me resulte incomprensible que la última noche, en su última cena, pidiera
una tortilla española y un whisky. Cualquiera sabe que un enfermo de cirrosis
no debe beber alcohol o que un enfermo de cáncer de pulmón no debe fumar. Aunque también puede ocurrir que una persona
que sabe que su enfermedad es irreversible considere que, si ha de morir de todas formas, no tiene mucho
sentido privarse de sus placenteras adicciones. Y una tercera posibilidad, tal vez la más
dramática, es que el enfermo sea incapaz por sí solo de controlar sus
adicciones y necesite ayuda para no caer en conductas autodestructivas. Que no
me extrañe el comportamiento del PP no quiere decir que no me repugne. Afirmar
que había muerto de un infarto y que el portavoz parlamentario asegurara que "nosotros decidimos que había que
apartarla porque entendimos que era la única forma de evitarle el linchamiento
al que algunos la estaban sometiendo, pero sin embargo al final las hienas siguieron
mordiéndola", produce asco y nos hace preguntarnos de qué pasta está hecha
esta gente que no tiene escrúpulos de ningún tipo.
Evaristo Torres Olivas
No es lo mismo una tortilla al whisky que una tortilla y un whisky
3 comentarios:
En la mayoría de los casos, los escrúpulos se van perdiendo en función de las posibilidades de llegar a gobernar. Cuando ya llevas tiempo en ello, has perdido casi todos los que pudieras haber tenido.
Y es que, para hacer lo que suelen hacerle a la gente los gobiernos, no caben miramientos ni estómagos delicados... .
Muy bueno tu artículo.
Muy bueno tu escrito.
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