“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 6 de marzo de 2015

En defensa de la religión, la Iglesia y el copón

Hoy voy a defender la religión. La enseñanza de sus dogmas, sus fantasías y sus alucinaciones  debería ser obligatoria en la guardería, la escuela, la universidad, los conservatorios, las escuelas de cocina, las universidades de verano, las de la experiencia, las autoescuelas, las locas academias de policía,  de baile, de corte y confección y de circo. Yo soy lo que soy gracias a la religión. Casi todo lo que sé del género humano me lo ha enseñado la religión católica, apostólica y romana. La nuestra, la de toda la vida, la única verdadera, la chachi, la guay. Todas las demás son imitaciones, lo que las huevas de lumpo  al caviar, las gulas a las angulas o dos barritas de surimi a un besugo al horno. ¿Y qué he aprendido yo de la religión nuestra, de la auténtica? Que una cosa es predicar y otra dar trigo. Que quien más ayuda a los pobres son otros pobres y no la Iglesia. Que la caridad humilla a la gente y atenta contra la dignidad. Por eso hay que luchar por la justicia. Que los esfuerzos inútiles no sirven para nada, que llueve cuando se dan las condiciones meteorológicas y  no cuando se saca al santo en procesión. Además, son siempre los más tontos o los más gilipollas los que cargan con el mochuelo en las procesiones, se azotan la espalda, se joden los nudillos dando porrazos a un tambor o llevan las rodillas en carne viva de tanta genuflexión. Nunca he visto a un cura, un obispo, un cardenal o un papa dándose leches con un látigo o cargando al hombro la imagen de San Roque, Santa María o el Cristo de los Recortes (el preferido de Rajoy). También he aprendido que todo lo que prohíbe la Iglesia es algo cojonudo o muy normal. Los curas acojonaban a los niños con la amenaza de que la masturbación  licúa el cerebro y te deja ciego. Doy fe (como los notarios) de que no es verdad: da placer, relaja y estimula la parte del cerebro conocida como tegmento pontino dorsolateral (según la Wikipedia y un amigo que estudió Veterinaria). Aprendí también que la homosexualidad que tanto critica la Iglesia no es una  enfermedad. La Iglesia me enseñó asimismo el significado de la palabra contradicción: por un lado te dicen no matarás y por otro,  un tal san Bernardo suelta que  matar infieles es un acto de amor a Dios. Pero la mayor lección que me ha enseñado la religión verdadera es la de no creer en dioses, en charlatanes y en vendedores de motos. Que nacemos de un polvo y en polvo acabamos. Amén.

Evaristo Torres Olivas
Uno que se azota y Spiderman
 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca me ha quedado claro si San Bernardo tenía perro o no.

Eto dijo...


San Bernardo no sé, pero el perro de San Roque no tiene rabo porque Ramón Ramirez se lo ha cortado.

Anónimo dijo...

¿Cual San Roque, el González, misionero jesuita y mártir, o el que enseña la pierna?