“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 7 de agosto de 2009

La olla pitadora

Tengo una novia cibernética. La conocí en un chat hace un mes. Es colombiana. Nunca la he visto pero me escribe que es muy guapa y que me quiere a rabiar. Ella tampoco me ha visto y también le escribo que soy alto, guapo y rubio y que la quiero a morir. Ella me dice que se llama Alexandra y yo le digo que me llamo Andrés. Afirma tener 38 años y yo me he quitado diez. Me cuenta que es modelo y diseñadora de moda y yo le contesto que tengo una galería de arte en Sevilla. Coincidimos en que ninguno de los dos quiere volverse a casar pero ya hemos hecho planes de futuro para vivir juntos. Aún no hemos decidido ni cuándo ni cómo. Aunque los dos hemos prometido comprarnos una cámara para vernos, la verdad es que no hacemos más que poner excusas para aplazar la compra del aparato en cuestión. Sospecho que sospecha que si le veo la cara, se jodería el idilio. Sospecho que sospecha que sospecho, que si le muestro el careto, se acabó lo de ser alto, guapo y rubio. Pero mientras, nos llamamos bebé, amor y tierna mariposita. El domingo pasado cenamos juntos en el chat. Mientras ella ponía las velas, el mantel y la cubertería de gala, yo preparé una ensalada de bogavante y una merluza a la sidra. De postre, helado de vainilla con chocolate caliente. Y para beber, un Sauvignon Blanc de la denominación de origen Sancerre. No faltó ni el café colombiano ni los licores. Después bailamos e hicimos el amor. Les ahorraré los detalles porque soy un caballero y no me gusta contar mis aventuras con las damas.
Como hacía unos días que no hablaba con ella, le envié un correo, preguntando si le había sentado mal la cena o si tenía agujetas del baile y de lo que vino a continuación. Hoy me ha contestado. Me dice: “Amor, a mi mamá le ha explotado la olla pitadora llena de mondongo. No es nada grave pero tiene quemaduras en la cara y en las manos”. Aún no le he contestado porque la verdad no sé qué decirle. Pienso que lo correcto sería interesarme por la salud de mi suegra cibernética, pero también pienso que si miente como miento yo, lo más seguro es que a la suegra y a la hija se les atragante el plato de mondongo. De tanto reír.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 7/8/2009

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