“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 6 de agosto de 2009

De tontos y panes

Cada vez que leo en este periódico las tribunas o cartas al director de algunos políticos, en las que siempre cuentan el mismo rollo, una y otra vez, cuidando de intercalar en el texto el mayor número de veces el nombre del Jefe, me acuerdo de muchos titulares de los periódicos de mi juventud: ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!.
Por mucho que creamos que hemos cambiado, en ciertos aspectos seguimos en las mismas: en el culto al caudillo, en la adulación rastrera al señorito y en la utilización perversa e interesada de la ciudadanía, a la que se trata como si fuera un hatajo de borregos.
Textos infumables, peloteo que hace sonrojar a cualquier persona con un mínimo de dignidad, a esos políticos les produce un orgasmo de satisfacción. No escriben esos textos para los ciudadanos sino que el destinatario es la cúpula del partido, los jefes y jefecillos encargados de velar por la pureza del alma de los pastores del Partido. Los machacas de los jefes van apuntando en un cuaderno de tapas azules o rojas, el número de veces que cada militante pronuncia el nombre del señorito. El número total de palotes en un periodo determinado se utiliza para confeccionar las listas con los nombres de los pastores destinados a ocupar puestos importantes en las parroquias llamadas Congreso, Senado, Diputación, Comarca, Ayuntamiento, y el resto de las instituciones públicas, con derecho a recibir los emolumentos, prebendas, canonjías, soldadas, estipendios, gratificaciones, haberes, pluses, gastos de representación, coches oficiales, chóferes de confianza y lugar preferente en actos, presentaciones, inauguraciones, conmemoraciones, bodas, bautizos y comuniones.
En algunas cosas hemos progresado, pero en otras seguimos igual que cuando se inventó la rueda. Como decía recientemente Rafael Reig en Público, todos nos acordamos de aquel presidente “al que llamaban “Dios” o “Number One”, como chiquillos, sus paniaguados altos cargos, mientras metían mano a la bolsa. Lo alarmante es que la tontería casi nunca es inocente. Lo malo es que serán tontos, sí: pero les dan pan”.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 6/8/2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy con usted, creo que hemos cambiado el "señorito" de la época franquista, por el "cacique politico" de la democracia. Ahora cualquier politiquillo, no se presenta por su nombre-apellido,y luego si es necesario añade su cargo; no, ahora se presentan con su cargo, "soy el vicepresidente de la comisión de...",. eso sí con coche oficial y chofer.
La diferencia es que el "señorito" se compraba los coches con el sudor de los trabajadores y los "politiquillos" actuales con los votos de las urnas.